Testimonios de personas que salieron de las drogas
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Hace 22 años la vida de Héctor dio un giro de 180 grados. La adicción al crack lo había llevado hasta su límite, hasta tocar fondo. Ya por entonces, su cuerpo había probado todo tipo de sustancias: cocaína, pasta base, marihuana, heroína… y, por supuesto, alcohol. El después de ese giro lo encontró lejos de sus entornos habituales. En otras palabras, la decisión de salir de su adicción al crack estuvo inevitablemente acompañada de abandonar los lugares y personas que frecuentaba.
Había llevado una vida pesada, lo reconoce. Conoció a una mujer con la que tuvo un hijo. Pero él se pasaba gran parte del día bajo los efectos del crack y, cuando no, robando en la calle. “No teníamos nada para darle al niño, entonces me junté con unas personas que robaban y tomaban de todo. Primero probé el tabaco común, luego ya tomé cocaína”, justifica Héctor sus primeros pasos con las drogas.
Claro que la cocaína a menudo era inaccesible, entonces llegó el crack, una forma más económica de consumir cocaína, pero más potente. Y, cuando el bolsillo apretaba, entonces, directamente se pasaba a la pasta base. Las diferencias entre estos formatos de cocaína a menudo se desconocen, tanto desde el punto de vista biológico, de cómo afecta al cuerpo, como desde el aspecto económico. En este artículo explicamos la diferencia entre crack y pasta base.
Ambas son formas derivadas de la cocaína, pero bastante más económicas que esta. La pasta base es la más barata de todas ellas y la más tóxica, si bien este parámetro depende de cómo reacciona cada organismo.
En España el consumo de crack es minoritario, quizá porque el poder adquisitivo permite acceder a la cocaína a mayor cantidad de gente. Sin embargo, por el rápido y potente efecto que genera, está resurgiendo, según el Observatorio Europeo contra las Drogas y la Adicción.
¿Cómo se comporta una persona que consume crack?
La curiosidad, precisamente, en combinación con factores como un entorno viciado, una vida marginal, probablemente alguna característica biológica… arrojaron a Héctor a la boca del lobo. “Yo probé de curioso. Salíamos a robar y luego veníamos al hotel donde vivíamos y nos repartimos el dinero o traíamos las cosas que robábamos para hacer el reparto. Entonces ahí mis compañeros empezaban a consumir de todo. Un día uno me invitó y me dijo que así no me iba a emborrachar por más que bebiera. Me sentí único”, recuerda.
El consumo de alcohol y cocaína, en este caso en forma de crack, resulta bastante habitual. Se trata de compensar un efecto depresor con otro estimulante (y viceversa), propios de cada droga, para aguantar más el tirón.
Los efectos del crack son irresistibles para muchas personalidades, y superan a los de la cocaína en potencia. «Cuando te metes esa mierda te sientes único. Al principio me venía muy bien, sobre todo, por el trabajo que hacía». Cuando Héctor habla de trabajo se refiere, concretamente, a salir a robar.
El sentimiento de sentirse único al que refiere, es la sensación de perpetuidad e imbatibilidad de la cocaína en el cerebro, que con el Crack resulta incluso más intenso. La mayoría de las personas consumidoras indican un estado de poderlo todo, de perder el miedo. Tal vez esa sea la razón por que el polvo de cocaína, más costoso, sea la droga escogida en las esferas de negocios y actividades de alta intensidad, además de los espacios recreativos nocturnos y artísticos.
Efectos del crack
En concreto, los efectos propios del crack que Héctor sentía a diario eran:
- Euforia
- Aumento de la capacidad de relacionarse
- Hablar con mayor fluidez
- Sentir (engañosamente) que razonaba más rápido
- Mayor deseo sexual
- Aumento de la actividad
¿Qué pasa si fumas crack todos los días?
“Hasta que me enganché al crack”, puntualiza Héctor. “Y cuando te enganchas tienes que comprar tu vicio. Ahí empecé y ya no lo pude dejar. Estuve mal, mal, mal, al menos 10 años. Consumía de todo y todos los días. Nos levantábamos, íbamos al bar a desayunar y ahí mismo comprábamos crack o lo que fuera. Nos metíamos y, por la tarde, cuando salíamos a la calle, salíamos ya puestos”, relata Héctor, quien hoy vive en Cartagena lejos de aquellos ámbitos.
El crack, un potente estimulador de la dopamina que llega al cerebro mucho más rápido que la cocaína al entrar por los pulmones, se había convertido en su cárcel. “En los últimos años, ya no controlaba y fumaba hasta que se me acaba el dinero: si tenía 200 o 300 euros, gastaba todo. Cuando llegaba a casa saltaba el lío, porque mi mujer sabía que me metía, pero no que se había convertido en un problema tan grande”, relata.
Pero luego empezaron a aparecer los problemas físicos. Primero, el agotamiento por actuar sobre estimulado y exigirle al organismo más de lo que puede dar. “Lo consumía durante dos o tres días y dormía la misma cantidad de días también”.
Al principio, la sensación de dominio, de control sobre la droga (el Crack en este caso), resulta común a quienes se inician en el consumo. ¿Qué persona adicta, acaso, en plena efervescencia de la enfermedad, va a reconocer que ha perdido el control? Ninguna. Héctor, por tanto, actuaba en consecuencia.
“Los primeros tiempos, durante 5 o 6 años, yo la dominaba bien”, asegura. Probablemente, se refiere a que era funcional, a que podía hacer o concretar lo que demandaba su rutina. “Pero ya luego, fue fatal: tenía alucinaciones, no podía mirar a la gente, no quería salir de la calle, dormía tres días seguidos, andaba todo sucio, era como un león”. Sí, como un león moribundo.
¿Qué te hace la crack?
Los riesgos del consumo de Crack, son:
- Trastornos psíquicos similares a los de las anfetaminas, como paranoia o depresión
- Dependencia al consumo, no poder estar sin consumir
- Efectos desagradables si no se consigue consumir
A nivel orgánico, el Crack puede provocar:
- Perder el apetito y dejar de comer
- Dejar de dormir o insomnio
- Irritabilidad y problemas relacionales
- Riesgo de infartos
- Cardiopatía isquémica
- Ictus o hemorragias cerebrales
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¿Cómo quedan las personas que consumen crack?
La desesperación dopamínica impulsaba Héctor a extremos insospechados. “Conseguía un cuchillo donde sea, en un bar, por ejemplo, y lo ponía en el cuello a quien fuera para sacarle dinero; aunque fuera de día. Estaba loco. Estas son cosas que he hecho y de las cuales me arrepiento”, relata Héctor.
Las personas que consumen crack pueden terminar sufriendo un accidente cerebrovascular o cardíaco. Su aspecto físico se ve deteriorado por el abandono físico. Y psicológicamente pueden desarrollar patologías mentales graves.
Llegó el momento de hacer algo con su vida. Y, como Héctor no tenía recursos suficientes, optó por alejarse de su entorno, incitado por su pareja. En el caso de los hombres, las mujeres son fundamentales en su recuperación, porque en la mayoría de los casos acompañan, cuidan, apoyan… están ahí, haciéndose cargo de todo lo que implica la vida familiar.
Lamentablemente, no se puede decir lo mismo cuando la adicción se da a la inversa, como se explica en este artículo sobre tratamiento de adicciones para mujeres. Es decir, cuando es el hombre el que debe arrimar el hombro. Entonces, con frecuencia, las mujeres abandonan los tratamientos o, directamente, se ven imposibilitadas de acudir. Sencillamente, porque carecen de soporte familiar para cubrir las tareas de cuidados que esta sociedad les asigna desde pequeñas a protagonizar.
Y mucho tuvo que ver la pareja, y también la hermana, de Héctor para que él superara la adicción. Fue la primera, sin ir más lejos, quien le puso un límite claro: “La droga o tu hija y yo”, me dijo. Iba en serio, porque durante un par de semanas se marchó con su primogénita a la casa materna. Héctor reaccionó y aceptó la propuesta: marcharse de todo aquello. Su hermana les hizo un lugar y le tendió redes en la ciudad donde vivía: Cartagena.
¿Cuánto dura la abstinencia de crack?
Se fueron de su ciudad, porque no podían costear un tratamiento allí. Llegaron a la ciudad murciana, donde consiguieron recursos mínimos para vivir y residir. Entonces Héctor pudo ingresar en un centro de desintoxicación. “Las primeras semanas las pasé fatal, por el mono, temblaba todo, sudaba, vomitaba… luego consiguieron estabilizarme”, rememora.
El síndrome de abstinencia al crack puede durar desde 10 días a varios meses, dependiendo del grado de dependencia a la sustancia y de cada organismo. En el caso de Héctor fueron alrededor de dos a tres meses de malestares decrecientes. “Solo sufres los primeros dos o tres meses, que lo pasas mal. Después ya estás normal”, alienta.
Tras pasar la desintoxicación, cumplió con la deshabituación y la rehabilitación durante seis meses. Hasta allí pudo costear su tratamiento en un centro de desintoxicación privado. Pero ya tenía herramientas terapéuticas y el apoyo familiar suficientes, como para poder mantener la abstinencia y, eso sí, la constancia para acudir a un tratamiento ambulatorio, sin ingreso.
“Cuando sales del centro debes seguir yendo a los grupos y, si puedes, a terapia individual, porque puedes recaer en cualquier momento; tienes que seguir trabajando en tu personalidad”, advierte.
Hoy, 22 años después, y con formación en adicciones, Héctor ayuda a jóvenes que sufren esta enfermedad. “Lo primero que les digo es que salgan del grupo de malas amistades en el que están, y para eso deben mostrar mucha voluntad, para dejar de juntarse con esa clase de gente, que es lo primordial; si sigues yendo a los mismos lugares, es muy difícil dejarlo”, asegura.
El motivo es sencillo: “Cuando estás así, puesto, te sientes único, y criticas a los que no toman, y solo te juntas con la gente que se droga; así que buenos consejos no vas a recibir nunca de tu entorno”.
No obstante, después de tanto tiempo de mantener la abstinencia, Héctor, a veces, siente tentaciones. Pero si su memoria falla para recordarle el sufrimiento vivido, es su cuerpo el que actúa de apuntador en la obra de su vida. “Cuando bebo un poco, tiemblo, de las secuelas que me dejó. Y cuando he tomado un vaso de whisky, al día siguiente me levanto temblando, incluso no puedo pegar ojo en toda la noche”.