TRATAMIENTO DE ADICCIONES
Cómo ayudar a una persona adicta a la cocaína
El papel de la familia para ayudar a superar la adicción
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La noche en que Aitana vio llegar a su hijo con los ojos excitados y la mandíbula desencajada, supo que algo había cambiado en aquel chaval. Aún más: intuyó que algo iba a cambiar para toda la familia. Cinco años después, le pide –casi le implora– a la terapeuta de Adictalia algún consejo para sacar a su “niño” del infierno en que ha caído por el consumo compulsivo de cocaína. La respuesta no es fácil, porque las recetas mágicas sencillamente no existen, y menos en adicciones.
Cómo ayudar a un adicto o adicta a la cocaína es una de las consultas que más se escuchan del otro lado del teléfono en las oficinas de Adictalia. Las familias –madres, padres, hermanos, hermanas– de la persona con problemas de consumo de esta droga muestran incertidumbre sobre cómo actuar, pero también mucho desconocimiento sobre la enfermedad de la adicción. Y, lo que es más grave, ignoran cuánto contribuyen ellas a que la persona adicta eluda la existencia real de un problema y, por tanto, rechace toda opción de ingresar en un tratamiento.
En otras palabras, las actitudes del entorno cercano hacia la persona con adicción a la cocaína son clave para que ésta tome consciencia de su enfermedad y acceda a un tratamiento.
Esto es lo que se desprende de la entrevista telefónica con Rubén Buby González, vicepresidente de la Asociación argentina de especialistas en adicciones. Este operador terapéutico se empezó a formar como tal en los 80 en España, cuando la llamada “epidemia de la heroína” hacía estragos en el país y se empezaban a implementar los planes de sustitución por metadona.
Aquella estrategia se había diseñado para un perfil de consumidor que es muy diferente al de la cocaína. Por tanto, comenta González, cuando irrumpió con fuerza la coca en el mercado español y empezaron a verse cada vez más casos de adicción a esta droga, los mecanismos y profesionales de atención de adicciones “se vieron sorprendidos”. En Argentina, la reacción en cuanto a tratamientos fue más rápida, sugiere, quizá por la rapidez de reflejos en un país acostumbrado a lidiar con la incertidumbre en todos los niveles, empezando por el económico.
El perfil de la persona que consume cocaínaLas claves para ayudar a un familiar adicto a la cocaína
- Negar la adicción por parte de quien la sufre es parte de la propia enfermedad de la adicción.
Frente a esta negación, la única posibilidad que tiene la familia es la confrontación no violenta: posicionarse con firmeza. - La firmeza consiste en marcarle los límites a la persona adicta y dejarle claro que tiene una enfermedad que debe tratar terapéuticamente; no sobreprotegerla.
- Esto implica evitar excusarla por sus irresponsabilidades ante los demás, con frases del tipo: “No es para tanto”, “Si en el fondo cumple con su trabajo”, “Nunca nos ha robado…”
- En muchas ocasiones la familia también debe tratarse para evitar aquellas actitudes coadictas, las cuales, de forma inconsciente, favorecen la adicción.
- Echar de la casa a la persona que no quiere tratarse puede funcionar en algunos casos, pero no en todos. Esto dependerá de cada persona y es una decisión a valorar en terapia.
- La clave es que cambie la dinámica familiar en su conjunto en relación con la adicción: todos deben ir a una para marcarle el camino a la persona adicta.
- Es normal que la persona adicta se movilice frente a este posicionamiento grupal y reaccione de forma victimista y agresiva. Pero hay que mantener la actitud familiar.
- En algunos casos este límite puede pasar por la judicialización del caso, por el ingreso involuntario, por echarle de casa, o simplemente por acompañarle a un centro de desintoxicación.
- La sobreprotección de la persona adicta contribuye con una actitud de baja tolerancia a la frustración y, por tanto, una pobre realización personal.
- La imposibilidad de cortar el consumo, la compulsividad, pese a estar en tratamiento, conforma un indicador clave para decidir el ingreso en un centro de desintoxicación residencial.
El perfil de la persona que consume cocaína
– ¿Existe algún perfil más propenso a caer en la adicción a la cocaína?
– Lo que existe es un perfil de persona más propensa a convertirse en consumidora compulsiva, pero no específicamente de la cocaína. La distinción entre personas propensas a convertirse en adictas a determinadas drogas sería caer en una sutiliza demasiado improbable. Que alguien se convierta en un consumidor compulsivo, no tiene que ver con la sustancia, sino con su estructura psíquica, emocional y social. Es decir, que puede convertirse en consumidora compulsiva de cocaína, de marihuana, de alcohol, de juego, indistintamente.
Lo que sí podemos decir es que la cocaína es una sustancia muy adictiva, si se la compara con otras. Aunque hoy, la verdad, es que ya no se separa entre droga blanda y dura, como se hacía en los 70 y 80. Esto se debe a que la marihuana, que siempre se la menciona como droga blanda, está viniendo con altos grados de THC, y ya dejó de ser una droga blanda.
– Determinados perfiles psicológicos buscan determinados tipos de drogas en función de los estímulos propios de cada sustancia: depresivos o excitatorios. ¿Qué opina?
– La persona que no tiene una estructura ordenada en su vida y hábitos de autocuidado y autopreservación va a tener más posibilidades de desarrollar una conducta adictiva en relación con las drogas. Pero es importante entender que no existe un prototipo de posible adicto o adicta a la cocaína, sino que existe un prototipo de posible adicto en general. No hay tal diferenciación entre drogas.
[Nota de Adictalia: Cada droga activa un tipo de neurotransmisores concreto y, por tanto, produce diferentes resultados psicoactivos. A partir de esta realidad, se abre otra mirada complementaria a la que plantea el entrevistado, la cual indica que la personalidad condiciona el tipo de sustancia que se busca en función de los efectos que esta tenga].
– ¿Cómo se puede describir este perfil de persona más propensa a desarrollar adicción ?
– Se podría describir como alguien que tiene una vida desordenada; que tiene agujeros emocionales importantes; que recibe como estímulo positivo el consumo de drogas porque esta se transforma en una recompensa para su desorden emocional. El riesgo es que, si no puede reconducir ese consumo descontrolado, se disparará aún más su problemática de base.
Es alguien con pocos límites en su vida, que no tiene contención de la familia, de la sociedad, de la escuela, con un pobre desarrollo personal. La ausencia de límites implica que incurra en experimentaciones riesgosas, lo cual no tiene que ver sólo con el consumo de drogas.
Esto se ve, sobre todo, en la adolescencia, que es la etapa de vida en la que mayormente se ingresa en el consumo. En las personas adultas que comienzan en el consumo, el perfil que presentan sí que permite diferenciar entre su propensión a determinadas sustancias. Esto es porque el “beneficio” que les reportan éstas funciona como regulador de las carencias emocionales, tapan el agujero de las frustraciones.
Tipos de consumo de cocaínaTipos de consumo de cocaína y consecuencias
– ¿Todas las personas que consumen cocaína caen en la adicción?
– Por supuesto que no todas las personas que consumen cocaína se convertirán en adictas. Cada tanto se renuevan las clasificaciones sobre los diferentes tipos de consumo. Pero podemos hablar de personas consumidoras ocasionales, consumidoras problemáticas y personas adictas.
Esta última, la adicción, es la instancia más complicada, donde la persona está todo el tiempo pensando en consumir. La consumidora ocasional puede ser alguien que en algún momento de su vida social experimenta con la droga de forma eventual, incluso una vez cada dos o tres meses; incluso una vez en la vida. Por otra parte está la consumidora recurrente, aquella que se droga cada vez que va a un lugar o está en determinado contexto.
Por ejemplo, una persona que va a una fiesta electrónica. No es lo mismo que vaya a tres eventos en cinco años y consuma, que si va todos los sábados y cada vez toma cocaína. Entonces se pasa de ser consumidora ocasional a problemática o recurrente.
Los consumos se vuelven problemáticos cuando la persona utiliza las drogas para fines específicos, como divertirse. Si la diversión está asociada con el consumo, entonces tenemos un problema; que tenga una adicción, quizá no, pero sí hay que tener claro que va camino de una. Porque luego el consumo puede pasar a estar asociado, además de divertirse, con ganas de trabajar, de tener relaciones, para tranquilizarse… Así se le empieza a dar un uso permanente para todo y, entonces, aparecen los problemas.
A menudo, los límites en cuanto a tipo de consumo no son tan precisos. No se puede decir: esta persona es consumidora problemática porque en el último mes consumió cinco veces, porque quizá en los próximos 10 meses no consume nunca. Y tampoco se puede identificar como consumidora ocasional a aquella persona que todos los fines de semana de su vida durante cinco años ha consumido cocaína, porque esa ya no es más una consumidora ocasional, sino problemática.
– Cada tipo de consumo influye de forma diferente en la vida de la persona, ¿correcto?
– Claro. Luego hay que tener en cuenta las consecuencias que está provocando el consumo de cocaína: pérdida de relaciones sociales, pérdida laborales, pérdida de motivación, ver interrumpido sus proyectos de vínculos como de estudios, de trabajo... Es muy amplio el marco donde se miden estas consecuencias.
Otro problema que evidencian las personas con adicción a la cocaína, el más complicado, es la ausencia total de consciencia de que existe un problema. La persona que consume nunca dirá: “Estoy en una fase de consumo problemático rozando la adicción”. Te dirá que controla, que consume cuando quiere, y que no se le puede tratar como adicto. Cuando llegan consecuencias graves es cuando las personas pueden tomar consciencia de que la droga es dañina.
La negaciónCómo actuar frente a la negación de la adicción a la coca
– Y muchas veces la negación de la adicción persiste incluso cuando las consecuencias son desastrosas…
– La negación es parte de la patología de la adicción. La única posibilidad ante esa situación es la confrontación, no violenta, pero sí de posicionamiento firme respecto de la enfermedad: “no es cómo tú piensas”, “estás haciéndote daño”, “estás perdiendo relaciones y estás teniendo consecuencias negativas por tu consumo”.
Enfrentar la negación de la persona adicta implica construir un cerco desde su red social, sus personas más cercanas, en relación con la enfermedad y sus actitudes. Por eso se trabaja con el ámbito familiar, para que los y las familiares puedan despertar. Porque a menudo las familias también contribuyen con el problema, por ejemplo, relativizando las consecuencias. Escuchamos excusas como: “pero si cumple con su trabajo; nunca nos ha robado; tiene ese problemita, sí, pero no es para tanto”.
Muchas veces es todo el conjunto el que necesita tomar consciencia de la adicción. Ahí es donde tenemos que trabajar con la red social para que colabore con la toma de conciencia de la persona adicta. Y para esto la familia no puede actuar de forma blanda en el sentido amoroso de la palabra.
No existe una receta específica de cómo ayudar a un adicto a la cocaína. No existe la pastilla de la consciencia de que se sufre adicción. Hay que trabajar con el entorno para que se acepte que hay una enfermedad, lo que implica, y que hay que tratarla.
Cómo ayudar a un familiarCómo ayudar desde la familia a un adicto a la cocaína
– ¿Cómo se trabaja con el entorno de la persona adicta a la cocaína?
– Se trabaja con el grupo familiar de la persona adicta advirtiendo, identificando, las actitudes de su familiar frente a la adicción. Vemos cada día cómo la droga y la locura se apoderan de un grupo familiar, y no hablamos de situaciones o casos extremos. Muchas veces escuchamos a familiares decir que le dan dinero a la persona para evitar que ésta delinca; así que prefieren financiar la adicción a que se metan en problemas.
¿Cómo llega un padre o una madre a tomar esa decisión? Para llegar a esa instancia tuvieron que darse un montón de pasos anteriores de dependencia emocional hacia el hijo. Nadie en su sano juicio dice: “Vamos a darle dinero a este muchacho porque si no va a salir a robar”.
En esos momentos se ve cómo la locura, la droga y las relaciones tóxicas toman el timón del barco familiar. Entonces, el equipo terapéutico empieza a aplicar técnicas para desarticular esas dinámicas. Trabajamos para que no promuevan el consumo por miedo a que la persona se ponga violenta, salga a robar, incluso le robe a la familia o que venda sus cosas. La familia es la primera que debe tomar consciencia de que existen otras alternativas, como la búsqueda de ayuda profesional y descartar siempre encubrir y justificar al familiar adicto como opción. Estas actitudes se trabajan en la red de la persona adicta: familiares y personas cercanas.
– ¿Cómo reacciona la persona con adicción a la cocaína, u a otra droga, cuando la familia empieza a actuar de esta forma?
– A partir de que el entorno adopte esas posiciones, la persona afectada directamente por la adicción se movilizará. Al principio puede que reaccione con desprecio: “Me quieren internar, me están tratando de loco”. Porque desconoce su enfermedad y rechaza cualquier tratamiento.
Pero en ese momento es cuando se debe trazar una línea de coherencia entre las personas del entorno que están “sanas”, que actúan con una mínima cordura, y quien sufre la enfermedad. Madres, padres, hermanos deben decir: vamos a frenar esta locura quienes no consumimos y nos damos cuenta de que esto así no puede continuar.
Las alternativas que van más allá, que fuerzan la internación, como las intervenciones judiciales, pueden ser lícitas también. Pero si existe la convicción del entorno sobre la necesidad de que la persona se trate y se condiciona el apoyo a que lo haga sí o sí, la persona termina entrando en razón. Ahora bien, tiene que haber un convencimiento y un actuar en común entre toda la red que la contiene.
Por otra parte, las personas adictas, por más que digan que no les pasa nada, en el fondo saben perfectamente que están destruyéndose. En el fondo están pidiendo ayuda, pero requieren de que se mueva de forma coordinada ese aparato que tienen alrededor para ponerse en marcha.
¿Conviene echar a la persona de la casa?Sobre echar de casa para ayudar a una persona adicta a la cocaína
– ¿Qué opinas de la decisión de echar a la persona adicta de la casa para promover que toque fondo y quiera tratarse?
– Estamos entrando en procedimientos específicos, cuando lo importante es el enfoque global, el concepto de abordaje de la adicción. Éste es: la persona sana, o que está menos enferma, que no está tomada por el consumo, marca un límite, unas condiciones, toma el control del timón del barco que está a la deriva. Éste es el concepto de fondo. Después, las acciones específicas que se tomen dentro de ese marco pueden ser diversas, entre ellas, la de interrumpir la convivencia con quien se encuentra en negación. Sin embargo, conforma una decisión puntual en un caso concreto, no se trata de una pauta general establecida que deba ocurrir sí o sí.
Insisto en que debemos comprender el concepto de fondo de cómo ayudar a una persona adicta a la cocaína. Pensemos en un chico de 19 años adicto a la coca. Los padres le dicen que tomarán las riendas de su vida porque él no la puede llevar a buen puerto y ellos decidirán, a partir de aquí, hacia dónde debe ir el barco, para interrumpir la carrera alocada que le quita salud. Si la negación del joven a aceptarlo supone, en algún momento, interrumpir la convivencia, será algo puntual en esa historia.
Pero en ningún caso podemos decir que el mero hecho de echarle de la casa conllevará que el joven adicto a la cocaína tome consciencia de su adicción y de la necesidad de tratarse. Esto no es: dos más dos son cuatro. Cada caso es un mundo.
Si la familia toma consciencia, cambia su actitud y se hace cargo desde la adultez y preservando la salud de todo el conjunto, promoverá una consecuencia en la persona. Hay familias que deciden echar al familiar y que éste duerma en el parque. Pero como no ha cambiado nada de la dinámica familiar en relación con la adicción, nos encontramos situaciones como a la madre llorando y al chico gritándole desde fuera de la casa que le han dejado tirado. Entonces, al final, no ha cambiado nada echándole de casa; lo único que cambió es que la adicción sigue, pero fuera de la casa.
La clave es que cambie la dinámica familiar en relación con la adicción, echen o no a la persona de la casa. Y esto implica que los familiares que están mínimamente en sus cabales asuman la responsabilidad, y le digan a la adicta: “En tanto y en cuanto puedas aceptar que tienes un problema y que vas a tratarte, te vamos a ayudar. De otra forma, no”.
Ese clic que hace el entorno no se puede reducir simplemente a echar o no a la familiar de la casa, es más profundo que eso.
– En otras palabras: tomar el timón del barco puede adquirir diferentes formas, según el caso de adicción, la realidad familiar, etcétera.
– Exactamente. En algunos casos puede implicar una judicialización del caso, en otros un acuerdo. Incluso en los casos judicializados, donde la persona entra de forma involuntaria, se plantea probar un mes de internamiento para ver si toma consciencia. El equipo terapéutico del centro tiene la suficiente experiencia para trabajar con alguien que llega con un orden judicial y llegarle al corazón y la razón para que tome consciencia sobre la necesidad de tratar su adicción y cambiar su vida. Vemos situaciones que comienzan con una orden judicial para un ingreso forzado de la persona y terminan con su adhesión y progresión en el tratamiento.
Actitudes familiares que no ayudanActitudes familiares tóxicas que no ayudan a superar la adicción
– Se suele hablar de cómo la enfermedad afecta a la persona adicta a la cocaína y poco de cómo afecta al entorno, es decir, de la coadicción. ¿Es importante que la familia se trate?
– Hablamos del concepto de la codependencia: la persona codependiente tiene una caracterización que le lleva a cumplir con determinados requisitos, condiciones, que se repiten en todas las familias. La persona codependiente forma parte de un sistema familiar donde se dan relaciones tóxicas en relación con la persona adicta; incluso solo le faltaría drogarse para estar en la misma situación que su familiar con adicción. No se droga pero vive en esa atmósfera, y lo expresa a través de una serie de actitudes.
Esa codependencia impide que la persona adicta se cure. En términos muy generales, podemos decir que se crea un sistema de relaciones donde yo necesito a ese otro adicto para poder desarrollar mi codependencia, protagonizando actitudes tóxicas que me hacen sentir en una zona de confort, aunque éstas impliquen sufrimiento.
Hay familias que funcionan con roles donde el adicto cumple el papel del problema central, que ocupa toda nuestra atención: nos mantiene ocupados, nos desvela, nos trae los disgustos que, de alguna manera, “necesitamos”. Y toda la vida familiar pasa por ahí, es el principal tema. Entonces, cuando sacas a ese elemento problemático de la dinámica familiar, que acapara la atención, observamos que aparecen los conflictos verdaderos de ese grupo familiar, que permanecían ocultos detrás de la adicción.
Podemos decir que, de forma inconsciente e involuntaria, las personas codependientes hacen todo lo posible para que la persona adicta no se cure. Boicotean el tratamiento, lo relativizan, justificando el abandono por parte del familiar por la dureza del proceso mismo. Y así, de manera errónea, expresan y depositan su confianza en que la persona dejará de consumir pese a no terminar el proceso terapéutico…
Desde los centros terapéuticos, se trabaja con los grupos familiares a la par, aunque no con la misma intensidad, que con la persona con adicción. La razón es sencilla: ésta no ha salido de un repollo sino de un entorno disfuncional. Si bien no hay familias que no sean en algún punto disfuncionales, en algunos casos esa disfuncionalidad es tan grave que genera que alguno de sus componentes debe colgarse de una soga como es la adicción.
– ¿Qué ejemplos de actitudes codependientes encontramos?
– La actitud codependiente más común es la sobreprotección de la persona adicta: resolverle todas sus contratiempos o consecuencias de sus actos arguyendo que tiene mala suerte y lo vemos desde la pena. La sobreprotección invalida a la persona, el mensaje que esconde es: “tú no te puedes valer por ti”.
A partir de esta actitud de sobreprotección, la persona desarrollará una estructura débil en cuanto a la tolerancia a la frustración y, por tanto, una pobre realización personal. En general, en una dinámica de familia donde existe esa forma de vinculación desde la sobreprotección y alguien desarrolla un consumo problemático o una adicción, la enfermedad se transforma en una especie de bandera: sufrir por la adicción del familiar adicto.



Escuchamos frases como: “Mira lo que nos está pasando, tenemos que estar luchando con esta realidad injusta”. O sea, se encarniza la enfermedad, que de alguna manera fue provocada por el mismo grupo familiar que la abraza como causa. Esto se observa con frecuencia, sobre todo, en padres y madres que transforman en una causa la adicción de sus hijos o hijas. Diría, desde una óptica freudiana, que existe un gozo en eso, una razón, un sentido en vivirla así. Entonces, desde el equipo terapéutico, se busca romper esa vinculación para poder desarmar esas situaciones.
– ¿Cuándo una adicción a la cocaína se trata de forma ambulatoria y cuándo de forma residencial, y qué tiempos puede conllevar el proceso?
– Aunque no podemos generalizar de forma determinante, actualmente se intenta que los tratamientos residenciales de adicciones no superen los seis meses. Sobre todo en perfiles que tienen posibilidades de reinsertarse y retomar sus vínculos. Ahora bien, si se trata de forma residencial o ambulatoria, y el tiempo que conlleve, depende de cada persona, no existe un modelo único.
Existen indicadores de que una persona debe ser tratada de forma residencial o ambulatoria. Uno de los principales es la compulsividad: si no puede parar el consumo cuando está en la calle o en la casa, si no encuentra la forma de interrumpir el consumo, entonces se sugiere la necesidad de ingresar en régimen residencial. Esta es una forma de interrumpir el permanente consumo que obstaculiza el tratamiento y, por tanto, el proceso de recuperación. Cuando alguien no puede parar de consumir es un indicador fundamental de ingreso.
Otras veces, el ingreso residencial tiene que ver, más que con la compulsividad, con que existe un sistema familiar tóxico, codependiente, que impide la posibilidad de que la persona evolucione en su tratamiento. Ingresar en un régimen residencial permite que la persona se aleje de ese entorno, para que pueda tomar consciencia de dónde está metida y posicionarse de otra forma; empezar de nuevo desde otro sitio.
Ahora bien, todos los tratamientos terminan siendo ambulatorios, porque el acompañamiento terapéutico de alguien que deja de consumir lleva mucho tiempo. Y todo ese proceso no puede ni conviene que se haga ingresado en un centro. Requiere de un mantenimiento que pasa por acudir a terapias de grupo, individuales, de seguimiento.
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Redacción



Equipo Adictalia
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