ADICCIÓN Y ESTIGMA SOCIAL

Estigma de las personas adictas: ¿resultado de una sociedad hipócrita?

Estrategias frente a la discriminación por consumo de drogas y hábitos compulsivos

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estigma social de las personas adictas

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El estigma de las personas adictas tiene tres caras. Una es la del autoestigma, es decir, la condena que se autoimpone el adicto o la adicta, quienes terminan por percibirse como una carga para la familia y la sociedad, como producto del rechazo y la recriminación que sufren por parte de éstas. Un rechazo que, por supuesto, no distingue entre la naturaleza de la persona presa de una enfermedad y los actos desafortunados que la patología le conducen a protagonizar.

Otro es el estigma profesional, este es, el prejuicio y trato condicionado que el personal de servicios de atención (sociosanitaria, de servicios sociales, etcétera) dirigen hacia la persona adicta. Esta estigmatización por parte de profesionales de la medicina, enfermería, trabajo social… limita la calidad del servicio que reciben estas personas enfermas, incluso obstaculizan la atención de plano. Prevalece, de entrada, en la relación la idea de que lo que pueda pedir el o la solicitante es resultado de su “actitud viciosa”, la cual, además, acarreará problemas.

Por último, está el estigma social, es decir, la marca, la condena que ejerce toda la sociedad sobre las personas adictas por el hecho de serlo. Abundan los discursos que, aún hoy, aunque la Ciencia haya demostrado lo contrario, atribuyen la adicción a elecciones personales, a decisiones caprichosas, a actitudes viciosas e irresponsables. Es decir, que consideran que quien sufre adicción lo hace porque quiere y, por tanto, si quiere puede dejar de hacerlo.

Los tres estigmas sobre la adicción se retroalimentan con el único resultado de hundir más a las personas que la sufren y, consecuentemente, a sus entornos. Los tres representan marcas que conforman la estigmatización de la adicción, una lacra que oscurece las posibilidades de solucionar un problema de salud pública.

En este artículo, Adictalia conversó con el presidente de Socidrogalcohol, Francisco Pascual Soler, sobre el estigma social en España.

España frente al estigma de la adicción

El estigma social en España

¿Cómo está España en cuanto al estigma social?

– En el año 85, con toda la alarma social de la heroína, VIH, hepatitis, al ser un problema que estaba en primera línea, se vivió como una revolución para intentar dar respuestas a esta realidad. Entonces se creó el Plan Nacional Sobre Drogas. Y algunos ayuntamientos y diputaciones se pusieron en marcha y dieron una respuesta a la encuesta del CIS.

Actualmente, el problema de las adicciones en la sociedad que vivimos está solapado por otros problemas. Es más importante, y no te digo que no sea importante, la sequía de Doñana o que hoy al ministro Bolaños no le hayan dado un sitio para el 2 de mayo en Madrid. Esto genera mil telediarios, mientras que las personas adictas te generan una noticia a pie de página.

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En otras palabras, los medios de comunicación no nos están ayudando a romper con el estigma.  A veces las noticias que sacan tienen más carga de amarillismo y de morbo, subrayando términos como los “yonquis”, “los fantasmas”… unos adjetivos perjudiciales. Pero los medios de comunicación también son el reflejo de lo que a la sociedad le interesa. Aunque creo que le hacen un flaco un favor a la sociedad.

El estigma social en España es importante, sobre todo porque vivimos en una sociedad muy hipócrita en ese sentido. ¿Cuándo se preocupa una familia, cuándo se preocupa un gestor, cuándo se preocupa un político de atender las adicciones? Pero cuando tiene un familiar que lo sufre: qué triste, ¿no?

El rol de la educación

– ¿Cuál es el papel que desempeña la educación formal, la escuela, para revertir este problema, y qué se está haciendo en este sentido?

– La escuela se ha vuelto loca, pero no porque la escuela se haya vuelto loca per se, sino porque en el breve tiempo de democracia en este país no sé cuántas leyes de educación ya ha habido. Y unas han cambiado a las anteriores. En alguna se hablaba de educación para la salud, en otras de temas transversales, en otras de educación para la ciudadanía. Viene una ola política y se carga lo que ha hecho la anterior. 

Es decir, que cuando se ha intentado trabajar en ciudadanía, en aspectos saludables, siempre ha habido cambios. Lo único que no ha cambiado es que la religión sigue existiendo y sigue sin puntuar. El tema es que debemos educar a la ciudadanía. Tampoco a los maestros y maestras los han dejado educar para la ciudadanía.

Ante esta realidad, las Comunidades Autónomas han tenido que montarse las estructuras preventivas de adicciones necesarias para poder entrar en la escuela. No es bueno que un profesional externo esté dentro de la escuela, excepto puntualmente. ¿Quién es la persona que incide en la educación del alumnado? La familia y el profesorado. Que vaya una persona extraña a contarles un rollo puede romper un poquito el esquema sobre el consumo de drogas, pero realmente no sé si transmite el mensaje de fondo.

Con todo, sí que se ha conseguido que se trabaje en una prevención más universal, una prevención más selectiva, más indicada, con un diagnóstico precoz. Pero, ¿dónde? Y ahí viene un poco la trampa: en aquellos institutos y colegios que voluntariamente se han adherido a los programas preventivos que cada comunidad autónoma ha acreditado y ha ofrecido. Pero si hay un colegio que dice que “aquí no se habla de educación sexual porque es adoctrinar” o que “aquí no se habla de drogas porque es incitar al consumo”, no se suma.

Y lo cierto es que esto no se trata de hablar de drogas ni de educación sexual, sino de aspectos con que el alumnado se va a encontrar en su vida y para los que deben tener un criterio suficiente que les capacite para decidir sobre sus actos. Y esto no lo hemos conseguido, porque además se ha caído en el voluntarismo en lugar de conformar temas transversales, incluidos en la educación académica y en la educación familiar.

Un sistema sanitario que discrimina el tratamiento de la adicción

La discriminación por parte del sistema sanitario

– Por ejemplo, que las UCA se encuentren integradas en los centros de salud o en el sistema sanitario, ¿ayudaría a conseguir una normalización de la percepción de la adicción?

Todo el sistema sanitario debería de tener integrada la atención a las adicciones como una enfermedad más. ¿Dónde está integrada la salud bucodental? ¿Dónde la salud sexual y reproductiva? ¿Son estos temas sanitarios? ¿Dependen la promoción y prevención del cáncer de mama de Sanidad? Sí, en todos estos casos. Porque si diagnosticas, derivas; si derivas, te hacen las pruebas pertinentes para confirmar; y si confirmas, te mandan al hospital a que el cirujano te opere, ¿verdad?

Ahora, si dependes de un ayuntamiento, como ocurre en muchos lugares de España en materia de adicciones, a la persona la pueden mandar a la luna, pero a lo mejor no llega a ningún sitio.

Esta estigmatización por parte de profesionales de la medicina, enfermería, trabajo social, limita la calidad del servicio que reciben estas personas enfermas

– Realmente es un problema estructural importante en España…

– Es un problema estructural de mínimos, no de máximos. Tenemos un Plan nacional de drogas y yo siempre digo que, a pesar de que las transferencias de Sanidad son responsabilidad de las autonomías, en adicciones nos va a pasar como los muertos del Covid en Madrid, que al final nadie los ha matado, pero los abuelos se murieron. Es una realidad.

Las adicciones son una responsabilidad de toda la ciudadanía y ha de estar todo integrado. Y digo que es una exigencia de mínimos porque hay una reunión inter autonómica de responsables de adicciones donde se debería llegar a un consenso. Cuando tú consensúas puedes realizar unos mínimos para todas las comunidades autónomas. Pero lo que no puede ser es que, dependiendo de la comunidad autónoma en la que vivas, tengas unos derechos asistenciales distintos. La persona debe tener los mismos derechos allá donde fuere.

Los modelos de prevención de adicciones de Portugal e Islandia

Casos de éxito: Portugal e Islandia

– ¿Qué opinión le merecen los planes preventivos en Portugal e Islandia, tan renombrados en materia de adicciones?

– Portugal siempre fue pionero en descriminalizar el tema del consumo de drogas. Fue uno de los primeros países en no tratar a las personas adictas de delincuentes. Aquí en España ahora estamos en Sanidad, pero antes se estuvo en Servicios Sociales y se estuvo también en Ministerio de Interior. Es decir, Portugal estuvo muy acertada. 

Portugal, además, tiene un sistema que pronto se reconvertirá y que se encargará de gestionar todo lo referente a las adicciones. Ahora hay drogas que están excluidas, como las legales (tabaco y alcohol), pero van hacia un camino de tenerlo todo integrado, porque una adicción es una adicción, más allá de la sustancia.

despenalización de drogas en Portugal
Muertes por sobredosis en Portugal en comparación a la Unión Europea (excluyendo a Portugal)

Aquí en España no hemos tenido esta suerte, porque el tema del tabaco, por ejemplo, depende de Salud Pública; el del alcohol está a caballo entre Salud Pública y Adicciones; las drogas ilegales están en Sanidad a través del Plan Nacional Sobre Drogas. No sé si esto potencia las soluciones o las diluye.

Por su parte, lo que hacen en Islandia es muy bonito, pero la cantidad de habitantes que tienen no es comparable a España, ni el sistema de administración política. Si atendemos a un sistema autonómico como el de España, que más bien es federal en algunos aspectos (ya se ve a los presidentes autonómicos cómo reaccionan cuando le tocan sus competencias en temas como vivienda), entonces al final surge el debate de si debe ser el Estado o las autonomías quienes se encarguen de estos temas.

La verdad es que no es lo mismo manejar 45 millones de personas que viven en España, que manejar los siete millones de Portugal o los 300 mil de Islandia. Si me dices que lo que se ha hecho en Islandia se puede hacer en la comunidad autonómica de La Rioja, te diré sí, y funcionará. Pero en toda España no, no se puede comparar.

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Redacción

Equipo Adictalia
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