Cómo influye el género en el desarrollo de las adicciones
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«Hay que tener en cuenta a qué sustancias nos estamos refiriendo, porque ya solo en relación con el tipo de drogas que mayoritariamente consumen las mujeres y los hombres, así como con las edades en que lo hacen, existen bastantes diferencias. Es preciso definir un poco a qué entorno nos estamos refiriendo”, reclama la educadora social y antropóloga Patricia Martínez Redondo, cuando le preguntamos sobre las diferencias en el consumo de drogas entre hombres y mujeres.
Las diferencias existen y están en gran parte explicadas por el esquema de género de nuestra sociedad. Es decir, por cómo concebimos “ser hombre” y “ser mujer”. Un esquema, claro está, que determina las desigualdades de género. Y esto es mucho decir, pues ayuda a desnaturalizar los comportamientos en relación con las drogas.
En otras palabras, ayuda a que comprender por qué, en general, las mujeres usan las sustancias de una forma, que motivos sociales, culturales, individuales esconden esos usos, y, en definitiva, qué problemas les afectan. Y, en ese sentido, cómo abordarlos de manera efectiva en los tratamientos de adicciones para mujeres. Para profundizar en este tema, antes de continuar, compartimos aquí el libro Mujeres y Drogas. Manual para la prevención de recaídas con perspectiva de género, de Elisabete Arostegui Santamaría y Patricia Martínez Redondo, como referencia.
MUJERES Y DROGAS
Los diferentes consumos de sustancias entre géneros
– ¿Cuáles son las diferencias entre hombres y mujeres respecto al consumo de drogas?
– En cuanto al tipo de sustancias, encontramos una sobremedicalización con psicofármacos relacionados con la ansiedad y la depresión en las mujeres.
En el consumo de sustancias ilegalizadas también hay diferencias respecto de las motivaciones y los patrones de uso. Diferencias que, precisamente, están relacionadas con el género, entendido, más que como una mera cuestión de identidad, como un aspecto que afecta a las relaciones sociales y a la estructura social.
En este sentido, la mayoría de hombres cuando están en tratamiento responden que entraron en las drogas por diversión. Esto es, por probar dentro de relaciones entre iguales, con otros hombres, con amigos, por integrarse en el grupo de pares. Las chicas, en cambio, muchas veces recuerdan sus inicios muy vinculados a la pareja o incluso por malestares presentes que las llevaron a consumir.
En sustancias legalizadas, como el alcohol y el tabaco, que forman parte de la cultura del ocio “normalizada” en nuestra sociedad, tanto chicas como chicos beben y/o fuman para hacerse “los mayores” en la etapa adolescente. Pero a la hora de recordar el consumo más abusivo mantenido en el tiempo, en edades más avanzadas, las mujeres refieren que lo relacionan mucho con la pareja, mientras que los chicos refieren más el grupo de iguales.
– ¿Mujeres y hombres consumen por igual las diferentes sustancias?
– Las diferencias siempre se dan en función de contextos sociales y el tipo de sustancia. Hay sustancias a las que las mujeres acuden más que los hombres. Los estudios a nivel cuantitativo arrojan que las mujeres principalmente acudimos a sustancias de comercio legal, como el alcohol, además de los psicofármacos. Y eso tiene que ver con el género directamente, tiene que ver con cómo percibimos los riesgos en diferentes espacios, pero no por la naturaleza de las sustancias, sino por el conjunto de relaciones.
Por ejemplo, si tú tienes una hija adolescente y un hijo adolescente, pero la primera se emborracha y se queda dormida en mitad de un parque bajo los efectos del alcohol, qué es lo primero que se te ocurre como padre.
– Que puedan agredirla…
– Claro, y esto tiene que ver con el género, no tiene que ver con la peligrosidad de la sustancia en sí. Es decir, que no es un efecto secundario del alcohol que a ti te puedan agredir sexualmente.
Sin embargo, con las chicas es algo que nos preocupa y, como decimos, esto no es producto del alcohol o de cualquier droga, sino del sistema de relaciones de género, que concibe a las mujeres como agredibles por los hombres por el mero hecho de ser mujeres (Por ejemplo: “¿Cómo se le ocurre irse sola con ellos?” “No te vayas sola, que te pueden hacer algo”, etc. son frases que tenemos normalizadas, y que no llaman la atención hasta que se señalan).
– La forma en que se concibe “ser mujer” en esta sociedad condiciona el tipo de sustancias y el uso.
Sí. En el tipo de consumo no influye tanto la percepción de una sustancia como más o menos peligrosa en sí, sino el conjunto de relaciones que rodean al consumo de esa sustancia. Entonces, hay espacios que son de especial riesgo para las mujeres, pero por razón de género y por las agresiones que, como consecuencia, pueden recibir en ese espacio.
– ¿Y cuál es la droga más consumida por mujeres?
– En los tratamientos, las mujeres que han tenido problemas con la heroína o problemas con la cocaína, por ejemplo, te comentan que han estado en espacios donde, si no hubiese sido por sufrir una adicción, jamás habrían estado metidas, precisamente, por la posibilidad de recibir una agresión, de ser víctimas de violencia. De hecho, las mujeres mayoritariamente demandan tratamiento por alcohol.
– ¿Y qué pasa con el tabaco?
– El tabaco lo voy a dejar aparte porque tiene sus propios significados culturales. Hace muchísimos años las mujeres no consumían tabaco porque estaba feo que fumaran. Luego, se distinguió entre mujer moderna y mujer antigua, entre la que fumaba y la que no, respectivamente. Y eso se ha ido perdiendo.
– ¿Y por qué acuden más a las sustancias legalizadas?
Sí, acudimos a las sustancias principalmente legalizadas. Las mujeres usan el alcohol y los psicofármacos como forma de evasión de malestares. El EDADES recoge que los hombres consumen las sustancias ilegalizadas en proporción muchísimo mayor que las mujeres.
El ESTUDES recoge que en la etapa adolescente, las chicas consumen tanto o más alcohol y tabaco que los chicos, y protagonizan más prácticas de riesgo relacionadas con el alcohol, como atracones. Pero conforme se van haciendo mayores, se van retirando de esas prácticas de riesgo o van disminuyendo, en comparación con los chicos, quienes, sin embargo, van aumentando las prácticas de riesgo en comparación con las chicas. Los psicofármacos es la única sustancia que consumen más las mujeres que los hombres a lo largo de la vida.
Así que las mujeres consumen sobre todo sustancias legalizadas, pero con diferencias en el uso. Nos retiramos de los consumos más abusivos y en determinados espacios sociales, precisamente, por esa percepción del riesgo de recibir una agresión, y por la idea de que las mujeres no debemos consumir drogas, se nos sanciona más si “perdemos el control”, etc. Y todo esto es fruto de las desequivalencias de género.
RELACIÓN ENTRE VIOLENCIAS Y CONSUMO DE DROGAS
Mujeres, drogas y violencias
– ¿Cuál es la relación entre la violencia de género y adicción?
– La violencia de género actúa como consecuencia y como causa o motivación de la adicción o el consumo abusivo. Vemos con frecuencia en los procesos de adicción de muchas mujeres que no llegan a tratamiento, que el consumo funciona tanto como antecedente de la violencia como resultado de esta. Se trata de mujeres en las que el uso de sustancias se transforma en una manera de sobrellevar la violencia recibida, de afrontarla, una forma de supervivencia.
Y hay otras mujeres que, a raíz de consumir de forma abusiva en un entorno festivo, social, cultural, han sido víctimas de violencia de género. Pero entendida esta última en un sentido amplio, es decir: no solo en el ámbito de actuación de la Ley Orgánica, que refiere a la pareja o expareja, sino también en cuanto a violencias sexuales, institucionales…
Por ejemplo, amenazar a una mujer con problemas de sustancias que se queda embarazada con el daño que le está provocando a su hijo y con la posibilidad de quitarle la custodia, evidentemente, constituye un factor de violencia institucional estresante que va en contra de que esa mujer pueda involucrarse bien en cualquier tratamiento.
– Es decir, que las violencias contra las mujeres pueden actuar como un motivador del consumo abusivo y de caer en la adicción…
– En este sentido, en cuanto a motivaciones, está bastante demostrado que muchas mujeres con un consumo problemático buscan, además de evadir malestares, afrontar las violencias recibidas: de género, institucional, sexual… Así es como aparece el uso de sustancias.
Muchos hombres, sin embargo, entran al consumo por placer, por probar, por integrarse. En su caso, los malestares aparecen después, por el propio uso abusivo de la sustancia. Pero la mayoría de mujeres acceden al uso abusivo directamente como forma de afrontar la violencia o una situación de malestar.
– ¿Pero existen diferencias a nivel biológico entre hombres y mujeres en cuanto a ser más vulnerables ante las sustancias?
– Si hablamos estrictamente a nivel biológico, evidentemente, existen diferencias. El problema es qué se hace con esas diferencias, cómo se las interpreta socialmente. Porque evidentemente a nivel práctico existen. Están determinadas por aspectos como la cantidad de grasa en el cuerpo; la mayor o menor proporción de agua en el organismo; la mayor presencia de la enzima que permite la “metabolización” del alcohol, etc. Es decir, se trata de factores que están muy demostrados y que hacen que las drogas afecten de forma diferente a unos y otras.
Aunque esto, más allá de ser hombre o mujer, dependerá también del cuerpo de cada persona, pues las sustancias afectan de manera diferente según las características biológicas de cada quién. Hay personas a las que “les sienta fatal” el cannabis o el alcohol, por ejemplo, independientemente de ser chico o chica. Lo que no hay que confundir las características biológicas en hombres y mujeres, con el género. Y con todo, hay que echarle una mirada a esta valoración sobre la vulnerabilidad que se hace a partir del género.
¿AFECTAN MÁS LAS DROGAS A MUJERES QUE A HOMBRES?
Cuestionando el significado de la vulnerabilidad
– ¿Y cómo analiza esta valoración de que las mujeres “son más vulnerables” que los hombres en relación con el uso de sustancias psicoactivas?
– Desde la perspectiva de género siempre se observa qué se hace, cómo se interpretan, esas diferencias. El género pone la atención en las diferencias que se construyen socioculturalmente, no tanto desde lo biológico. Porque lo biológico está ahí, el tema es qué hacemos con las lecturas sociales y culturales de lo biológico.
Así, por ejemplo, se llama la atención sobre expresiones del tipo: “Los hombres aguantan mejor el alcohol”. Porque ahí, de forma implícita, estás valorando que tener una mayor resistencia a la intoxicación (por características biológicas en los hombres en general frente a las mujeres en general, que hace que las unidades de medida de alcohol para ellos y ellas sean distintas), implica algo positivo. De hecho, se suele premiar al que aguanta, al que tiene más resistencia, en el caso de los hombres. Quizá porque estamos en esa cultura que premia la fuerza y la agresividad, aspectos que normalmente se relacionan más con lo masculino.
Muchos chicos demuestran su hombría por medio del consumo de sustancias. En el caso de las chicas, si no beben, podrán ser aburridas, pero nadie cuestionará su feminidad. Al contrario, su feminidad se ve cuestionada cuando consumen abusivamente cualquier sustancia. Mientras que si un hombre abusa en su consumo, con frecuencia se lee como demostración de hombría, o como algo que es relativamente normal que un hombre haga.
No hace mucho, vendían bebidas para chicas y bebidas para chicos. Las de las chicas eran las suaves, las anisadas, las aromáticas, mientras que las de los chicos eran las llamadas duras. Precisamente para remarcar la fortaleza entendida desde lo físico, el aguante, etcétera. Esto ha llevado a formas de consumo bastante riesgosas para la salud.
– ¿Cómo trata la sociedad y la familia, puntualmente, a la mujer que abusa de sustancias en comparación con el hombre?
– Cuando una mujer, por ejemplo, tiene un consumo abusivo de alcohol, tanto ella misma como la gente que le rodea suele juzgarla peor.
Efectivamente, sobre las mujeres recae una doble sanción. Primero, porque como “somos” las “cuidadoras”, las que “tenemos que sostener” a la familia, cuando una mujer tiene problemas con sustancias, recibe mayor sanción social porque está fallando a ese rol. Y, segundo, esto se mezcla y potencia con la percepción de lo que “debe ser femenino”.
– En cuanto a espacios, ¿podemos decir entonces que las adicciones se desarrollan de manera más “camuflada”, en la intimidad, en las mujeres que en los hombres?
– Sí, ahí es donde hablamos de que el género es un eje de vulneración de las mujeres, susceptibles de sanción. Cuando una mujer desarrolla un problema de adicción o de uso abusivo de sustancias, recibe mayor sanción social y familiar.
De hecho, las mujeres suelen llegar solas a tratamiento y bastante más tarde que los hombres, y si llegan en pareja, esta, por lo general, también presenta problemas con sustancias. Sin embargo, hay multitud de hombres que llegan solos, y otros muchos llegan acompañados de sus parejas no drogodependientes, o con apoyo de mujeres de su familia.
Hay estudios cuantitativos, estadísticos, que muestran que los hombres tienen mejores pronósticos de recuperación cuando tienen pareja, hablamos de parejas heterosexuales. Mientras que las mujeres tienen pronósticos de recuperación mejores cuando no tienen pareja.
Esto dice mucho de las relaciones de género y de la necesidad de tenerlas en cuenta en los tratamientos. En el sentido de comprender cómo funciona la configuración de las relaciones y si los hombres pueden funcionar de apoyo a las mujeres cuando ellos no son drogodependientes. Si bien hay excepciones de hombres sin problemas de drogas que no abandonan a la mujer que sí tiene un problema de sustancias, lo cierto es que la mayoría las abandonan. Y si además ellos también tienen problema de sustancias, ayudarán menos a su recuperación.
LA CONDENA SOCIAL DEL BINOMIO MUJER Y ADICCIÓN
– El juicio social y familiar sobre la mujer que consume es determinante, entonces.
– Nosotras recibimos mayor sanción, sin duda. A una mujer no es que le cueste reconocer el problema más que a los hombres, sino que la carne que se pone en el asador es distinta. De hecho, casi todas las mujeres que conozco drogodependientes, tanto con problemas de alcohol abusivo como de cocaína o heroína, han pasado por procesos de retirada de custodia, o de amenaza de retirada de custodia, de sus hijos o hijas. Y, por tanto, han visto peligrar su maternidad, con todo lo que eso significa en esta cultura.
En cambio, la mayoría de hombres con los que he trabajado, y son muchos años ya, no han demostrado una preocupación en ese sentido de retirada de custodia de sus hijos o hijas. ¿Y por qué? Porque en su familia siempre están sus mujeres o sus madres que cuidan de las criaturas.
– En Adictalia, gran parte de las llamas que recibimos son de madres o hermanas que buscan tratamiento para sus familiares adictos.
– Sin duda que la cuestión de los cuidados está mucho más fomentada en las mujeres. A nosotras se nos dirige desde muy pequeñas hacia los cuidados, hacia las relaciones, a estar abiertas hacia los y las demás. En cambio, a los hombres se les conduce mucho más hacia el autocentramiento y a ser protagonistas, a la individualización.
Hay mucho que rascar a nivel psicológico y mucho que se podría hacer a nivel terapéutico. Lo que pasa es que la gente se cree que el género es una moda o algo ideológico, incluso algo banal. Pero es bastante profundo.
La invisibilización de las adicciones en la mujer responde a la mayor sanción social que recibimos en general. De hecho, hay casos de mujeres con un problema de alcohol que se recorren siete supermercados distintos para comprar bebida en cada uno de ellos, y luego se lo llevan a casa para consumirlo allí.
Y si se encuentran deprimidas o se encuentran mal, se les receta antidepresivos con mayor facilidad. Mientras que a un hombre si se encuentra mal, ¿qué hace? ¿Dónde se va para desahogarse? Al bar, a beber con otros. Además, hay cierta comprensión social de que eso sea así, mientras que con una mujer, no.
– ¿Se debería comprender más el consumo abusivo por parte de las mujeres?
– Con frecuencia, cuando criticamos la sanción que hay hacia las mujeres por el consumo de drogas, el estigma social y familiar que existe, muchas personas interpretan que estamos alentando a que las mujeres consuman de forma abusiva lo que quieran. Nadie está fomentando el consumo abusivo, pero sí criticando la estigmatización de las mujeres.
Porque esto redunda en que luego, cuando tienen un problema, oculten el consumo; redunda en una doble penalización: social y moral. Y las consecuencias de esta estigmatización sobre los tratamientos están ahí: las mujeres llegan más tarde y abandonan los tratamientos.
Y si las mujeres están en entornos de violencia, ni siquiera acuden a los recursos de adicciones. A los servicios sociales, a lo mejor; pero cuando llegan a la red de drogodependencias lo hacen ya bastante dinamitadas. La desestigmatización ayudaría a prevenir que sus situaciones empeoren como lo hacen, y que pudiesen llegar antes a los tratamientos.