Estas son las posibilidades de que tu ADN te predisponga a desarrollar adicción
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Las madres de Marta y Cristina son hermanas. Desde pequeñas se han mantenido muy unidas. Tanto, que dieron a luz a ambas hijas con una diferencia de meses, porque así lo habían soñado siempre. Y siempre hicieron lo posible por que ambas familias vivieran unidas: se mudaron a casas muy cercanas, programaban fines de semana de convivencia, hasta vacaciones enteras, y cada día hablaban una hora por teléfono.
Sus hijas, las primas Marta y Cristina se criaron así en el mismo barrio, frecuentaban el mismo grupo de amistades, fueron al mismo colegio, a la misma clase, escuchaban la misma música, compartían vestuario y, prácticamente, respiraban el mismo aire. Por si esto fuera poco, presentaban un parecido sorprendente, por el que las confundían a menudo como mellizas.
Esto fue así desde muy pequeñas hasta que entraron en la edad adulta, cuando se produjo un punto de inflexión. Cuando ingresaron en la facultad de Periodismo empezaron ambas a ‘tontear’ con los porros. Primero, en fiestas los fines de semana, después en ratos libres y entre clases. Entonces sus caminos se dividieron: Marta dejó de fumar después de un mal viaje, pero Cristina no pudo parar. Hoy se encuentra en un centro de desintoxicación de Madrid tratando una adicción grave al cannabis. Marta va a visitarla cada vez que puede.
Pese a tener vidas muy similares, Marta y Cristina reaccionaron de forma muy diferente a la sustancia. Es decir, demostraron una diferente vulnerabilidad a desarrollar adicción. ¿Por qué? La respuesta puede estar, en gran medida, en la genética.
ADICCIÓN, UNA ENFERMEDAD MULTIFACTORIAL
Antes conviene aclarar que la adicción es una enfermedad multifactorial, multidimensional. Esto significa que es un error grueso atribuir su causa a un solo motivo; depende de la interacción de múltiples factores: biológicos, psicológicos, ambientales (si sus progenitores consumían, si frecuentaba amistades que lo hacían, si tenía menos herramientas para enfrentar dificultades emocionales…).
Dicho esto, las investigaciones apuntan en la dirección de darle un papel destacado a la genética en la probabilidad de desarrollar adicción. Los genes son cadenas de ADN que determinan cómo funciona nuestro organismo, desde las reacciones más básicas hasta el tipo de respuesta que tenemos a una sustancia. Lo increíble es que el 99,9 por ciento del genoma humano es idéntico en todas las personas, pero ese solo 0,1 por ciento basta para que presentemos las diferencias físicas, fisiológicas y conductuales que hacen de la humanidad tan diversa.
En ese porcentaje que determina las diferencias entre las personas se encuentra la predisposición a desarrollar adicción. Los estudios difieren en cuanto al porcentaje de responsabilidad que responde a la genética, lo cual también depende del tipo de sustancia. Sin embargo, coinciden en que este aspecto interviene en un 40 a 60 por ciento, y se potencia cuando interactúa con otros factores.
Esto significa que una persona cuya madre o padre sufren problemas de alcoholismo tiene hasta un 50 por ciento de probabilidades de desarrollar esta enfermedad. Pero si además presenta las alteraciones en sus genes que determinan una susceptibilidad al etanol, las probabilidades aumentan. Es decir, que será más vulnerable que otra cuyos genes no posean esas características que la hacen susceptible a la sustancia psicoactiva que contiene el alcohol y que, sin embargo, se han criado en las mismas condiciones.
Incluso, independientemente de si sus progenitores son alcohólicos, una persona puede tener más probabilidades de desarrollar esta enfermedad si sus genes la hacen más susceptible al etanol. Es decir, incluso cuando sus padres han vivido una vida sin adicciones.
LA PERSONA ADICTA, ¿NACE O SE HACE?
Algunos de los resultados que atribuyen un lugar destacado a la genética en las probabilidades de sufrir adicción se han obtenido en estudios que analizaban pares de gemelos idénticos y mellizos con esta enfermedad. Las conclusiones indican que la predisposición a desarrollar esta patología es más fuerte en los primeros que en los segundos.
En este sentido, es posible inducir que con la adicción “se nace” y también que la adicción “se hace” con las condiciones y experiencias de vida. Por tanto, dos personas con la misma mutación genética que las torna vulnerables a una sustancia pueden seguir destinos muy dispares en cuanto a desarrollar dependencia si sus características psicológicas y ambientales difieren.
Ahí radica el motivo por el cual algunas políticas públicas y las recomendaciones expertas destacan la importancia de ofrecer actividades saludables a las poblaciones. Practicar deporte, por ejemplo, puede disminuir el impulso a consumir sustancias, más allá de nuestra predisposición genética. Ocurre lo mismo con las relaciones: hay estudios que demuestran que los animales dentro de una misma jaula tienden a imitar conductas entre sí. Por tanto, frecuentar ambientes donde el consumo está normalizado, y hasta reivindicado, puede incidir –siempre en interacción con los otros factores mencionados– para caer más fácilmente en la trampa de la adicción.
Los genes son responsables, entre otras cosas, de cómo el cerebro reacciona frente a los estímulos que recibe del exterior, en este caso, las drogas. Así, pueden provocar que una persona experimente un mayor placer que otras al consumir cocaína u otra sustancia. Esto condicionará a sus sistemas del deseo (la dopamina) y de recompensa –encargados de asegurar que volvamos a conductas que nos proporcionaron “bienestar”– a repetir el consumo, de forma más contundente que en otros individuos. Es decir: que la predispondrán a consumir y, por tanto, tendrá más probabilidad de desarrollar dependencia y adicción por exceso de ingesta.
En el caso específico del alcohol, el etanol actúa sobre proteínas en el cerebro. Entre ellas, los receptores de neurotransmisores, que son las moléculas encargadas de comunicar la información que nos hace sentir y pensar. En concreto, al consumir alcohol intervienen los sistemas de neurotransmisores opioide, cannabinoide, serotoninérgico, GABAérgico y dopaminérgico, los cuales despiertan diferentes efectos. Los genes determinan de qué forma los receptores de estos neurotransmisores se comportan ante la presencia de etanol, es decir: si son más o menos vulnerables a la sustancia.
También puede ocurrir que los genes definen el metabolismo de una sustancia, como ocurre asimismo con el etanol. En este sentido, los genes pueden determinar que su cuerpo no procese y metabolice el alcohol con la misma “eficacia” que otras personas y, por tanto, que la persona sea más vulnerable al químico. Esta vulnerabilidad implica que los efectos psicoactivos del etanol, lo que sentimos cuando bebemos, se expresen con mayor facilidad. Como consecuencia, sus sistemas de recompensa y del deseo desarrollarán tolerancia y dependencia a la sustancia con más rapidez que en otros casos.



GENES Y SALUD MENTAL
Por otra parte, la genética también determina el desarrollo de otros trastornos mentales. Existe conexión entre las variaciones de genes observadas en grupos de personas y la manifestación en estas de alteraciones psicológicas, como pueden ser la depresión o la ansiedad.
Estas patologías mentales pueden fomentar el uso de sustancias para contrarrestar o compensar sus síntomas, y, por tanto, predisponer a la persona a desarrollar dependencia o adicción. En el ámbito clínico, la presencia de adicción y otro trastorno psicológico –es decir, la comorbilidad entre dos trastornos mentales–, se conoce como patología dual.
Las diferentes tecnologías y métodos para estudiar el genoma buscan identificar, precisamente, la conexión entre las pequeñas variaciones en el ADN (que incluso pueden ser de una letra) y la presencia de enfermedades, como la adicción, la diabetes, el cáncer, en una muestra de población determinada. Si identifican que un grupo de personas que sufre, por ejemplo, hipertensión, presenta una misma alteración en un gen, entonces atribuyen a esa modificación una responsabilidad en la predisposición a generar la enfermedad. Esta información se aplica en el desarrollo de nuevos fármacos y métodos de intervención.
Con todo, nunca la genética por sí sola garantizará que una persona sea adicta. Siempre intervendrán factores propios de la personalidad y del ambiente. Por eso se le atribuye tanta importancia al entorno en el que se desenvuelve cada sujeto/a, así como a sus experiencias de vida y comportamientos.
Convivir con personas adictas, sobre todo si se trata de padres o madres, puede contribuir como factor hereditario a desarrollar la enfermedad. Pero igualmente cierto que hacerlo y obtener fuera de casa recursos y herramientas para gestionar esa difícil situación, así como presentar rasgos psicológicos sólidos, integrar grupos de amistades saludables, forjar una personalidad segura y hacer deporte, pueden desalentar la influencia hereditaria y genética.
LA EPIGENÉTICA Y LA ADICCIÓN
La epigenética significa “por sobre” o “además de” de la genética. Es una disciplina que estudia los cambios que se producen en la expresión de los genes como consecuencia del entorno. En otras palabras, que la genética nos viene dada pero en parte puede variar con lo que vivimos. Si bien la información del ADN en las células del organismo de una persona es idéntica en todas ellas, hay algunas susceptibles a modificarse en función de los estímulos que reciben del exterior. Entre ellas, las células nerviosas y las epidérmicas.
La información del ADN en estas células puede transformarse y enriquecerse por influjo del entorno. Con el transcurso de la vida, la persona frecuenta diferentes ambientes y toma diversas decisiones, lo cual influirá en la información que conforma su ADN. Incluso puede transmitir estas nuevas modificaciones a su descendencia. Este cambio provocado desde fuera influirá en su comportamiento, y también en el riesgo de sufrir adicción o responder de una forma u otra al tratamiento.
En este sentido, si una persona fuma cannabis puede afectar al nivel de producción de proteínas cerebrales que intervienen en esa adicción y modificar la información correspondiente en su ADN. Con el tiempo, si tiene un hijo o una hija, quizá le herede esta información genética modificada y, por tanto, nazca una persona con mayor predisposición genética a desarrollar adicción. Eso sí, para que esta posibilidad se concrete, deberán confluir en la misma dirección el factor genético con el ambiental, el psicológico, el familiar y sociales. La genética per se no determina que una persona sea adicta.
Holaaa, ¿ Cuál es la fuente Científica de la cual proviene está información? estoy interesado porque pertenezco a AA. espero estén bien… saludos.