¿Qué es el proceso de deshabituación?
La fase de deshabituación a la sustancia o conductas implica romper con las rutinas del consumo para prolongar la abstinencia. Según el diccionario, consiste en la «pérdida progresiva de un hábito o costumbre». Para ello se requiere, obviamente, estar abstinente. Y esto, en alguien que ha venido consumiendo, provoca reacciones fisiológicas y psicológicas, por más que haya conseguido purificar su organismo tras unos días sin consumo. Por tanto, conllevará un trabajo médico-biológico y otro psicológico.
La imperiosa necesidad de compensar la falta del estímulo externo, de contener el hábito de consumir, requiere de un proceso terapéutico congnitivo-conductual que permita modificar conductas en lo inmediato. Pero también de apoyo farmacológico que refuerce la abstinencia y preparen a la persona para embarcarse en un trabajo profundo de restructuración de su vida. Este estadio de deshabituación puede tardar hasta tres meses dentro del tratamiento.

Deshabituación psicológica de drogas y conductas destructivas
Una de las primeras medidas consiste en diseñar e incorporar, en lo inmediato, rutinas saludables. Si la persona ha llegado al tratamiento con un grado elevado de destrucción de su vida social, familiar, laboral… deberá atravesar este estadio en un régimen de ingreso. Será difícil que pueda cumplir con el plan terapéutico en un entorno doméstico tan deteriorado, es decir, de forma ambulatoria. En caso contrario, la deshabituación a una sustancia o hábito se puede lograr de forma ambulatoria, asistiendo a centros especializados de forma periódica, todas las semanas.
Desintoxicación y deshabituación: casi simultáneas
La fase de deshabituación se realiza de forma casi simultánea con la etapa de desintoxicación. Se desarrolla en lugares como centros ambulatorios, centros de día, centros de desintoxicación o comunidades terapéuticas, según las características del caso de adicción de que se trate.
Por tanto, el objetivo de conseguir y mantener la abstinencia comprende dos pasos: limpiar el organismo o desintoxicarlo, es decir, cortar el consumo que intoxica el cuerpo, lo cual implica un proceso médico. Y estabilizar a la persona tras la desintoxicación para que pueda mantener la abstinencia en un estado mínimamente confortable, que le permita emprender un trabajo terapéutico de fondo para cambiar su vida. Esto último comprende una tarea farmacológica pero también psicológica.
La deshabituación conlleva inexorablemente una toma de consciencia del individuo en la necesidad de emprender un proceso terapéutico para prolongar la abstinencia. Sin esta toma de consciencia, que se produce tras un primer trabajo psicológico en entornos individual y grupal, la persona muy probablemente recaerá tras la desintoxicación. Por eso resulta esencial la motivación del o la paciente para cumplir con el tratamiento de adicciones, pues sin voluntad para salir de la adicción será muy difícil cumplir objetivos terapéuticos.